¡Las pausas y pasos lentos también son vitales en cada etapa de la vida!
Hoy día entendemos que pausar es igual a no avanzar, estancarnos. Pero en muchos casos, para abrazar, avanzar y crecer en una área de mi vida, necesito hacer una pausa.
Pausa para reconocer hacia dónde me estoy dirigiendo conscientemente.
Pausa para evaluar a quiénes estoy «sacrificando» en este camino.
Pausa para reflexionar si estoy avanzando por temor o presión.
Pausa para abrazar lo bueno y no tan bueno que trae cada etapa.
Pausa para agradecer todo lo que Dios ha traído a mi vida hasta el momento.
Pausa para identificar qué tipo de actitud estoy mostrando.
Pausa para saber a qué decir SI o NO. Pausa para cui-dar-me.
Pausa para rediseñar lo que necesite un cambio.
Pausa para saborear los pequeños e invaluables momentos.
En ese último punto me encuentro: estoy haciendo una pausa, caminando un poco más lento para saborear con más conciencia y calma la llegada de nuestra pequeña Victoria! La crianza de los hijos es la asignatura más poderosa para enseñarnos a realizar pausas. Cuando estamos acelerados y apurados, nuestra familia es la principal afectada. Nos convertimos en padres irritables, menos tolerantes y amorosos; escuchamos y conectamos menos con ellos. Los disciplinamos sin amor y creamos un ambiente hostil porque estamos muy enfocados «en resultados, en la siguiente tarea o actividad».
La pausa y pasos lentos son necesarios para caminar y avanzar sabiamente en la vida. Evitemos andar como un vehículo sin frenos que busca «avanzar» aunque no tenga ni idea hacia dónde o cómo se dirige.
Te invito a evaluar en qué área de tu vida necesitas hacer una pausa o caminar más lento.
Hasta pronto!