Me atraen las palabras. Son tan fáciles de utilizar (para mí). Contamos además con un órgano, la lengua, que es seducido a responder.

Las palabras pueden ser de bendición, dar vida, nutrir, animar, consolar, o ninguna de las anteriores. Con ellas también hacemos daño, causamos dolor, apagamos sueños y destrozamos corazones (Santiago 3:10-11).

Me encantan muchas cosas, hablar es una de ellas. No sé si decir que simplemente me sale «natural», o bien, creo que muchas veces puedo agregar o responder a algo. ¿Estaré en lo cierto? Para nada. Los años en el Señor han traído una brisa reveladora que me ha regalado nuevas formas de ver las palabras. Y creo, que esta es una de las razones por la que no he publicado tanto por aquí : ).

Prepárate para contarte una de las lecciones más poderosas vinculadas a este tema: «No tengo ni debo decirlo todo. No hay necesidad de ello. A mayor cantidad de palabras, mayor posibilidad de que peque con ellas». A veces creemos que vienen cargadas de verdad (por la pasión con la que nos expresamos), y deben ser dichas. Y aunque puede ocurrir así (y este escrito no te da permiso para evitar las conversaciones difíciles y necesarias), también resulta que la necedad y el orgullo se esconden muy bien en palabras adornadas y  elaboradas. (Proverbios 10:19)

Así que en esta semana quiero hacerte una invitación: No digas todo lo que tienes pensado. Oremos a Dios que nos permita decir lo justo, lo medido, lo requerido y apropiado. Clamemos para que todo lo que salga de nuestros labios sea amable, verdadero, bueno. Quizás esto necesite que empecemos un proceso (corto o muy largo) para aprender cuándo, cómo y qué decir. Un proceso en donde somos revestidos de mansedumbre y sabiduría por parte del Señor, y en el que somos recordados el gran privilegio de usar las palabras para ser de bendición en esta tierra. Esto último, no es poca cosa…

Es mi oración para ti que tus palabras hoy sean cálidas y toquen con ternura a un corazón necesitado. Que sean como la luz en medio de un cuarto oscuro y que Dios te conceda la valentía para llevarlas dignamente.

¡Gracias por leerme!