Gurú, Maestros, Expertos, Consejeros, Psicólogos, Coaches, Mentores, Todólogos, Influencers, YoutTubers.
A ellos estamos expuestos diariamente. Leemos sus libros, artículos, posts. Contemplamos y admiramos sus vidas (muchas de ellas realmente inspiradoras). Escuchamos (y en ocasiones) también aplicamos sus consejos. Son tantas las voces y bombardeos de informaciones (positivas y negativas) a las que estamos expuestos, que podemos terminar abatidos y más confundidos por la ansiedad y estrés.
Es por esta razón que mi corazón se inclina constantemente a este versículo que está en la Palabra: Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, Y Él aprueba su camino. Salmos 37:23. El remedio para un corazón atribulado y saturado es permitir que sea Dios quien apruebe y ordene los pasos en CADA área de tu vida (incluyendo aquella en la que consideras que eres más sabia que Dios o donde tu solución aparenta ser mejor que la de ÉL).
Al permitir que Dios nos guíe reconocemos que:
Sus caminos siempre serán mejores que los míos.
Su sabiduría es superior, por lo que puedo descansar en Sus planes para mi y entregarle toda ansiedad.
Si al buscar Su consejo encuentro que es diferente a lo que leo y escucho en los medios, debo empezar a filtrar y desechar aquello que se aparta de Su sabiduría (por mi propio bien).
Mi vida, plenitud y riquezas están en las manos de Dios, no en la cantidad de seguidores que tengo (o a quién sigo).
Debo ser diligente, esforzada y valiente, no para ganar aprobación del mundo, sino porque es mi deseo tener una vida intencional, llena de propósito, que glorifique a Dios en cada área.
Mi invitación para ti es que pienses en qué tema, área o meta de tu vida estás permitiendo que «otros» dirijan y aprueben tus pasos. Reflexiona cuándo y por qué sacas a Dios de «algunos temas importantes».
Me gusta mucho usar esta frase bastante coloquial y dominicana: «No soy la dueña del colmado». Con esto me recuerdo a mi misma que quien está a cargo de todo es Dios, no yo. Quien merece todo crédito es El. Soy llamada a ser hija y sierva fiel, y desde ese lugar es que puedo experimentar de manera real el refugio, plenitud, consuelo, seguridad, poder, amor y cuidado, sabiendo que el Dios que creó todas las cosas, también tiene el control de mi vida y está ordenando cada paso que le entrego. Y allí… en ese lugar, bajo Sus alas y Su guía es donde mi alma encuentra descanso y sabiduría.
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